Ludus Danielis

Uno de los tantos disfrutes como intérprete de música medieval, es el proceso creativo y nacimiento de un programa, solo superado por el descubrimiento de un nuevo repertorio. Fue exactamente esto último lo que viví con el drama litúrgico  –Juego de Daniel- Realizaba una búsqueda sobre teatro medieval, gestualidad y danza; un breve artículo en internet llamó mi atención, se relacionaba la palabra ludus al manuscrito Egerton.

Un manuscrito totalmente desconocido para mí, con una notación que podía leer fácilmente, a pesar de lo espinoso y tenso que resulta para un cubano estudiar en línea, quien lo ha experimentado entiende. Se trataba del Ludus Danielis, uno de los más ricos dramas litúrgicos que se conservan.

En el íncipit Ab honoren tui Christi el texto indica la procedencia de la obra y la motivación, escrito (en honor a Cristo) e interpretado por los jóvenes (juventus) estudiantes de la catedral de Beauvais, posiblemente a finales del siglo XII, aunque se conserva en un manuscrito cuya datación aproximada es del año 1230. La prosa que le sigue al prólogo inicial Astra tenenti, cunctipotenti, nos proporciona un recuento de la obra, preparando a la audiencia para un espectáculo cargado de poesía, música, humor y dramatismo, el cuál es considerado en la modernidad como “ópera medieval”.

La trama se basa en varios episodios del Libro de Daniel; el rey Belsasar de Babilonia y sus príncipes, celebran un gran banquete motivados por el saqueo de las reliquias sagradas del templo de Jerusalén. La celebración es interrumpida por la aparición de una mano que escribe un misterioso texto “Tchel” “Mane” “Phares”, el rey convoca a los sabios, magos y adivinos de su reino, más solo el cautivo judío, profeta Daniel, puede leer lo escrito. Las palabras predicen la caída del rey Belsasar y la ira de Dios por tamaño saqueo de los vasos sagrados del templo de Judá. A modo de resumen, pese al intento del rey por corregir su error, cae en desgracia y es destronado por el rey persa Darío. El resto de la historia la conocemos; una conspiración se levanta contra Daniel y es arrojado al foso de los leones, Dios cierra la boca de las fieras hambrientas; al rey Darío ver a Daniel ileso, reconoce el cuidado de Dios y ordena que los conspiradores sean arrojados a las bestias, los cuales son devorados inmediatamente.

No hay duda alguna que el sentido principal de este drama, es mostrarnos a Daniel como profeta de Cristo, quien anuncia su nacimiento. Podemos suponer, por varias alusiones textuales y dramatúrgicas, que el Ludus Danielis formaba parte de las celebraciones posteriores a la navidad. Traspolando la representación dramática al –festum subdiaconorum—  o fiesta de los locos, que tenía su fecha los primeros días de año nuevo. Sin dudas una fiesta desmedida, ásperamente criticada por los sermones debido al mal comportamiento, burlas, y toda clase de juegos fuera de los cánones de la iglesia.

Las rúbricas que acompañan las más de cincuenta melodías, ofrecen pistas dramatúrgicas como soporte de una interpretación teatralizada. En su fiesta, los babilonios comen y beben en el altar, en recipientes genuinamente sagrados con los que se oficiaba misa. Un importante número de canciones procesionales hacen función de cambios escénicos. Dos cantantes corren por la iglesia para destronar al rey babilónico, las milicias de Darío se hacen acompañar de tambores, citaristas y cantantes (psallentes) aludiendo a pasajes bíblicos del antiguo testamento. Darío enloquece, convirtiéndose en un rey burro, motivo de burla e incompetencia.

La música del Ludus Danielis, excepcionalmente, reúne diversos estilos en boga, combinando melodías populares, animadas danzas, profusos lamentos y elementos de dramas más antiguos. Empleando formas complejas propias de la misa como himnos, responsorios y secuencias.

Cuando comencé las trascripciones algunas melodías las conocía de otras fuentes, Iubilemus regi nostri contrafacta de Bache, bene venies, relacionada al vino y el tripudium o Congaudentes celebremus contrafacta de In taberna quando sumus perteneciente a las carminas burana, no sería descabellado pensar que algunas melodías del ludus formaran parte de otros repertorios, los cuales solo nos llegan los textos, o una notación incierta. Casi finalizando el juego de Daniel, el ángel canta Numtium vobis, autoría Fulberto de Chatres, solo se incluye un fragmento del texto.

Para la puesta en escena con ensemble Lauda, opté por una interpretación neutral, entre la representación escénica y los códigos concertantes, enfatizando la gestualidad y el lenguaje simbólico de la edad meda. Contextualizando el drama litúrgico en un divertimento, que representa así una dualidad entre los jóvenes estudiantes de Beauvais y los personajes del juego de Daniel.

 

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